Los leucocitos o glóbulos blancos son los miembros de un enorme ejército de células de la sangre. El número de estos en comparación con los eritrocitos es muy inferior, 1 por cada 600, pero su función, al igual que el de sus compañeros es vital.
Se puede decir que hay unas cinco divisiones dentro de este ejército blanco que actúa como un ejército de choque contra los invasores patógenos.
Tipos de leucocitos
De los cinco principales leucocitos, tres son granulocitos, es decir tienen un aspecto granuloso: los neutrófilos, los eosinófilos y los basófilos. En cuanto a las otras dos divisiones, los linfocitos y monocitos no tienen este aspecto granuloso.
Independientemente de la fuerza de la corriente sanguínea los leucocitos tienen la capacidad de atravesar la pared de los vasos sanguíneos para llegar donde se les necesite. Más de la mitad de los leucocitos monta guardia por todo el cuerpo; el resto sigue la corriente sanguínea.
Su misión es defendernos de los virus, hongos, parásitos o células deterioradas de nuestro propio organismo que pueden poner en peligro nuestra integridad. Si no controlaran o eliminaran estos patógenos y otros tóxicos rápidamente se producirían enfermedades graves. Al igual que ciertos comandos policiacos, la vida de los leucocitos es dura, peligrosa; y en el caso de los leucocitos, corta.
Según la naturaleza del agente invasor los leucocitos realizan dos tareas básicas. Algunos linfocitos y los basófilos actúan parecidos a minas: en presencia de un extraño explotan y vomitan sustancias químicas que hace posible que se produzca otro mecanismo de defensa del sistema inmunológico: la inflamación. Los vasos sanguíneos se dilatan, ciertas proteínas sellan la zona, acorralando al enemigo, y las paredes de los vasos sanguíneos se vuelven pegajosas.
Esta rotura inflama la zona y prepara el camino para que se produzca la batalla. Aquí entran en acción el otro grupo de defensa, los neutrófilos, eosinófilos y monocitos. La función de estos leucocitos es la de combatir y “comerse”, fagocitar al enemigo atrapado. Aunque estos leucocitos su misión es comerse a estos invasores, no todos actúan de la misma manera; algunos no hacen más que engullir al agente patógeno; otros sin embargo, lo rompen y digieren. El resultado es que estos fagocitos no hacen más que comer y comer bacterias tóxicas, detritus y materias extrañas hasta morir reventados de la indigestión.
¿Cómo sabe un leucocito a quién debe atacar?
Los leucocitos fagocitos se valen de tres señales para distinguir entre los buenos y los malos.
Primero. En la corriente sanguínea, por las venas, capilares o arterias todo tiene una superficie lisa, de modo que si encuentran algo con una superficie rugosa lo devorarán inmediatamente.
Segundo. La señal eléctrica. La mayoría de las células corporales tienen una carga negativa en su superficie, sin embargo, las partículas extrañas, tóxicas, por lo general, la tienen positiva. Esto provoca que haya una atracción inmediata del leucocito con el patógeno para eliminarlo.
Tercero: Señal química. Toda célula tiene como un D.N.I o carnet que lo identifica por los antígenos que tienen en su superficie. Los leucocitos fabrican anticuerpos según estos antígenos para poder identificar fácilmente al enemigo. Una vez identificado, es fácil acabar con él.
Los linfocitos de reserva
La médula ósea y los ganglios linfáticos son los encargados de producir los leucocitos. Además de crear estas células del sistema inmunológico mantienen una buena cantidad en situación de reserva. Por lo general, un leucocito patrulla por la sangre durante unas horas, el tiempo normal de la vida activa; pero puede esperar fuera de la corriente sanguínea durante 6 días antes de recibir la orden de entrada. Puesto que no hay muchos leucocitos en la corriente sanguínea, es vital que haya una buena cantidad en la situación de reserva.
Cuando un microbio invade el organismo y trata de colonizarlo, las reservas entran en acción de forma inmediata, y se da inicio a la fabricación de forma masiva a más leucocitos. Esta producción frenética de leucocitos causa la fiebre. Los síntomas asociados a la fiebre como son el dolor de huesos y los dolores de garganta (por la hinchazón de los ganglios linfáticos) son signos de que el cuerpo está ocupado combatiendo para responder al ataque enemigo.
Los leucocitos y los análisis de sangre
Se sabe que ciertos leucocitos son específicos para combatir cierto tipo de enfermedades. De modo que el contar el número de estos en un recuento sanguíneo puede permitir a los profesionales de la salud diagnosticar ciertas enfermedades.
Por ejemplo, si en una analítica el recuento de monocitos aumenta de un 5% (lo normal) a una 20 o 30 %, la enfermedad puede ser tuberculosis, tifus o meningitis.
Los neutrófilos son los leucocitos más abundantes en nuestro organismo. Su cantidad suele rondar el 60% del total. Si aumentan hasta más de un 75% podría indicar neumonía o apendicitis.
Si por el contrario, son los eosinófilos los que aumentan su número de un 3% (lo normal) hasta más del 50% puede que ser que el cuerpo esté invadido por la Trichinella (que se encuentra en la carne de cerdo cruda).
Sin duda, el sistema inmunológico, con sus soldados adiestrados, es un mecanismo complejo pero muy eficaz al que cada uno de nosotros le debemos la vida.
Si desea conocer más sobre su función y como potenciarlo para mejorar nuestra salud le invitamos a que lea los siguientes artículos:
El sistema inmunológico
El sistema inmunológico: cómo funciona, cómo mejorarlo
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Comentarios
gimena replied on
nada
no me dice nada de lo quiero
Anónimo replied on
no me sirvio de nada
no me sirvio de nada
villafana bermudez replied on
nada
que esta pagina es buena para los niños
Lola replied on
Ninguno
Esta pagina es re complicada es para adolecentes de 13 o 14 años.
:)
martha replied on
comentarios
No me sirvio es una bobada por la preguta era q cual es su funcion
Anónimo replied on
Por dios gente, lea y
Por dios gente, lea y comprenda.....
Está muy buena la info, estaría mejor sí fuera más compleja y más detallada....
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