La biometeorología estudia las interacciones entre la atmósfera, y la biosfera, es decir entre el estado del tiempo y la salud.
La comprensión de estas relaciones permite, por ejemplo, crear un servicio público de previsiones biometeorológicas.
Desde 1996, y a título experimental, en la Suiza alemana se dispone de un boletín telefónico que notifica el contenido de polen en el aire, el grado de intensidad de los rayos ultravioleta y otros datos biometeorológicos y advierte, por ejemplo, del riesgo de jaquecas que puede producir a las personas sensibles el viento que soplará al norte de los Alpes.
Personas sensibles al clima y meteoroestables
No todas las personas reaccionan por igual frente a los cambios atmosféricos. Los especialistas estiman que entre un 30 y un 50 % de la población es meteorosensible. Sin que se sepa exactamente por qué, estas personas son particularmente receptivas a los albures climáticos, percibiendo antes que otras los futuros cambios de tiempo. Lo que sí se sabe con certeza es que la meteorosensibilidad se manifiesta incluso en habitaciones bien climatizadas. Al parecer, estos fenómenos se hallan relacionados con ínfimas variaciones de la presión atmosférica o de las ondas electromagnéticas.
En general, los individuos meteorosensibles suelen ser nerviosos, emotivos, frágiles, unas veces desanimados y otras entusiastas. Su organismo registra períodos de menos resistencia y es entonces cuando son fácil presa de los caprichos del tiempo.
En realidad podría considerarse la meteorosensibilidad como una enfermedad de la civilización. Las personas estresadas son más sensibles a los cambios atmosféricos, pero también los recién nacidos y las personas de edad avanzada registran más tales cambios. Entre los pesonajes célebres, fueron meteorosensibles Leonardo de Vinci, Mozart y Voltaire.
Los meteorostables notan menos tales efectos gracias a un temperamento más frío, más sólido. Un cuerpo sano puede siempre compensar las condiciones meteorológicas desfavorables. Basta una vida regular, con frecuentes salidas al aire libre, hacer ejercicio y observar una dieta equilibrada, para que el organismo se adapte mejor a las modificaciones del tiempo. Sin embargo, suele darse el caso de que, a consecuencia de una enfermedad o de un accidente, se produzca bruscamente hipersensibilidad. Así, por ejemplo, después de la rotura de una pierna, basta que sople el cierzo para que se reactive el dolor en la misma.
Trastornos más frecuentes afectados por el clima
Además de dolores en antiguas cicatrices o fracturas, son frecuentes los dolores de cabeza, trastornos del sueño, fatiga, palpitaciones, hipertensión y depresión. Los frentes fríos y húmedos favorecen los dolores reumáticos, mientras que el paso de un anticiclón o la proximidad de otro son notables suministradores de jaquecas e insomnios. Por su parte, los períodos largos de nubosidad y falta de luz solar pueden originar depresión.
Aparato circulatorio
Bruscos cambios de temperatura, una súbita baja de la presión atmosférica pueden ser particularmente nefastos a los cardíacos. Según algunos especialistas, el 80 % de los accidentes cardiovasculares se producen cuando hay una brusca variación de la presión atmosférica. Los cardíacos deben poner cuidado, por ejemplo, en las nubarradas de marzo o en el equinoccio de otoño.
Los infartos son más frecuentes al final de otoño, cuando la presión atmosférica es baja y la humedad inferior al 60 %. En cambio, son menos frecuentes en tiempo cálido, seco y estable.
Las anginas de pecho también sobrevienen cuando hay bruscos cambios de temperatura, particularmente de cálida a fría. La meteorología tiene influencia de manera general en las enfermedades vasculares, incluso periféricas. Las flebitis y las trombosis venosas sobrevienen de la misma manera.
Otras enfermedades afectadas por el clima
El asma y el reumatismo son así mismo trastornos particularmente meteorosensibles. En los casos de asma, las perturbaciones meteorológicas repentinas favorecen las crisis: olas de aire frío, caída brutal de la presión atmosférica, aumento de la humedad del aire, determinados vientos, son otros tantos factores desencadenantes. En cuanto al reumatismo son pocos, entre quienes lo padecen, que no noten en sus carnes, mucho antes de que se produzcan, los cambios de tiempo, ya sea trayendo frío, humedad o viento. Hay que tener en cuenta que un descenso en la presión atmosférica aumenta la cantidad de agua en los tejidos humanos, los cuales tienden entonces a hincharse, lo que puede ocasionar dolor.
¿Influye la luna en la salud?
Además de los fenómenos meteorológicos cotidianos, hay otros que pueden influir en la salud. La primavera, por ejemplo, es una estación particularmente difícil para los deprimidos profundos. Un estudio americano ha mostrado que la curva de suicidios alcanza el punto más alto durante aquella estación. En cambio, los actos de violencia hacia otras personas se dan preferentemente en verano. ¿Y la luna? La sabiduría popular da a nuestro satélite múltiples influencias. Dejando aparte los trastornos psíquicos causantes de crímenes, que se atribuyen a la luna llena, sí que parece que son favorecidos por ella numerosas afecciones virales, tales como herpes, zona, varicela y parotiditis. Hay que confiar en que adecuados estudios confirmen o desmientan tales efectos.
La contaminación electromagnética
Hasta hace unos cientos de años, la humanidad vivía sin la electricidad producida artificialmente. Hoy día no parece posible prescindir de este modo de energía.
Toda la economía se vendría abajo y la vida de todos y de cada uno resultaría singularmente complicada. Pero en atención a nuestra salud quizá deberíamos ser más prudentes en cuando a su uso y tener en cuenta los peligros reales que implica.
Toda vez que los organismos vivos funcionan sobre la base de impulsos y efectos eléctricos, vale preguntarse si las ondas y los campos electromagnéticos creados en todas las gamas y frecuencias son tan inofensivos como se pretende. Todo nuestro planeta se encuentra metido en una verdadera niebla de campos electromagnéticos producidos por líneas de alta tensión, instalaciones de trenes eléctricos, sistemas de telecomunicación, televisión, radar, aparatos electrodomésticos, etcétera. Todo ello hace que los seres humanos se hallen sometidos a irradiaciones que jamás habían existido antes.
Diversos estudios han llegado a la conclusión de que los campos electromagnéticos generados de tal modo conducen a un calentamiento de los tejidos orgánicos, tanto de los seres humanos como de los demás animales y de las plantas, fenómeno que para el hombre puede originar estados febriles y excitaciones de algunos órganos.
Existe en la actualidad una amplia literatura acerca del carácter problemático de esta cuestión. Recomendamos a quienes se interesan por este tema el libro litulado «Estrés de Alta Ten-sión», de Carlos M. Requejo (Didaco).
Las líneas de alta tensión
Las centrales eléctricas producen esta energía, pero ello no es suficiente: hay que transportarla hacia los lugares donde se utilizará. Esto crea un problema adicional al de las centrales, ya sean térmicas o nucleares, por su elevada potencia. Mientras que las centrales hidráulicas de pequeña producción suelen estar en la proximidad de los lugares de utilización, dichas gran-des centrales se hallan normalmente alejadas de los grandes centros industriales por los riesgos que presentan.
Para transportar económicamente la energía eléctrica hay que disminuir la intensidad de la corriente, es decir, el amperaje y aumentar la tensión. En efecto, la pérdida de corriente bajo la forma de calor en los conductores es proporcional al cuadrado de la intensidad. Por esto los productores de electricidad procuran aumentar cada vez más la tensión de las líneas eléctricas.
Si antiguamente las tensiones eran de 20.000 voltios, luego de 63.000 y, después, de 90.000, ahora pueden llegar a 220.000, o sea 220 kv, a 380 kv y a 400 kv. Estas líneas de alta tensión liberan una radiación intensa y constante en un radio de 50 a 150 metros, por lo que es un alto riesgo vivir en su proximidad. Algunos estudios han demostrado una incidencia de tumores y de leucemia dos veces más elevada en quienes habitan cerca de tales líneas que en los de viviendas más alejadas. Esto se atribuye a que mientras el campo eléctrico depende de la tensión, el campo magnético depende de la cantidad de corriente.
No es aventurado pensar que los campos eléctricos o magnéticos puedan influir en el sistema biológico de los humanos, ya que se ha observado que algunos animales y plantas son afectados por ellos. Las colmenas situadas debajo de líneas eléctricas presentan extraños comportamientos que redundan en menor producción de miel. Así mismo, diversas plantas, incluidas las del algodón, registran un rendimiento inferior que el de plantas alejadas de líneas de alta tensión.
La contaminación eléctrica y la salud
Se recomiendan diversas medidas: En primer lugar comprobar que no existan, a menos de 200 metros de la vivienda, líneas de alta tensión, retransmisores de TV, radio o estaciones de radar. Existen especialistas que disponen de aparatos de medida que permiten detectar campos electromagnéticos. También es importante el ambiente electro-magnético que existe en el interior del hogar. Es esencial que la instalación eléctrica sea bien hecha, con la debida tomas de tierra.
Pero también hay que evitar en lo posible la continua exposición a los campos generados por los aparatos domésticos, desde despertadores eléctricos a lavadoras.
La emisión magnética de las lavadoras es mayor sobre todo durante su fase de centrifugación, viniendo a continuación la de aspiradores y ventiladores. Los secadores de cabello y las máquinas de afeitar eléctricas poseen campos que también pueden resultar peligrosos.
En la cocina, la mayoría de los hornos de microondas liberan ondas nocivas que pueden ser letales para las personas que llevan marcapasos. Pero esto ocurre debido a acumulación de polvo o mantenimiento deficiente, que impide cerrar bien la tapa. Y es aconsejable no permanecer frente al horno mientras está funcionando. En cuanto al horno eléctrico, es fuente contaminante su resistencia. En cambio, apenas ofrecen peligro los frigoríficos, tostadoras de pan, parrillas eléctricas y planchas para la ropa.
¿Y el teléfono móvil?
Investigadores suecos han vinculado el uso del teléfono móvil a dolores de cabeza, fatiga, sensación de calor y hormigueo. Sin embargo se desconoce si la causa de estas molestias es el aparato o el estrés de quienes lo utilizan. El Dr. Patrick Estrade, psicoterapéutico suizo, señala que cada vez que aparece una novedad (computador, internet, teléfono móvil...), sale algún picajoso augurándole graves inconvenientes.
Pero no hay más remedio que adaptarse al progreso. El teléfono móvil, como los demás inventos que la tecnología nos brinda, no son más que herramientas, todo depende del uso que se haga de ellas. Es ridículo utilizarlo por esnobismo, para darse importancia, y peor aún si se utiliza en exceso, esclavizándose al mismo. Sean transistores, walkmans, consolas de juegos electrónicos o cualquier otra cosa, lo nocivo no es su uso, sino su abuso.
Glosario de términos
- Vatio o watt. Unidad de potencia eléctrica. Símbolo: W.
- Vatio-hora. Unidad de consumo eléctrico.
- Voltio. Unidad de tensión eléctrica. Símbolo: V.
- Campo eléctrico y campo magnético. Cualquier aparato eléctrico por el que pasa una corriente, ya sea una computadora o un simple interruptor, genera dos especies de campos: uno eléctrico y otro magnético. El campo eléctrico puede ser detenido por paredes, cercas metálicas, árboles, etc. En cambio, el campo magnético atraviesa cualquier barrera, penetrando en las viviendas y en los organismos.
- Energía electromagnética. Es la derivada de la naturaleza electromagnética de la materia. Se manifiesta como energía cinética o como energía radiante.
- Ondas electromagnéticas. Las que adopta la energía electromagnética en su propagación. Frecuencia. Magnitud periódica inversa del período. Número de ciclos o períodos en la unidad de tiempo.
- Hertz. Unidad que mide la frecuencia de una onda electromagnética. Símbolo: Hz. Sus múltiples son: kilohertz (1.000 Hz); megahertz (1 millón de Hz); gigahertz (1 billón de Hz).
- Baja frecuencia. Son las ondas comprendidas entre 50 y 60 Hz. Proceden de conductores y aparatos eléctricos.
- Alta frecuencia. Las comprendidas entre 1 y 300 megahertz. Son las utilizadas en radio y televisión, así como en diversas actividades industriales.
- Ondas no-ionizantes. Son las inferiores a 300 gigahertz. Incluyen las producidas por algunos aparatos eléctricos, microondas, rayos ultravioleta, etc.
- Ondas ionizantes. Son las superiores a 300 gigahertz, como los rayos X y gamma. Son radiaciones muy peligrosas.
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