«Los hijos respiran, comen, beben la vida de sus padres. En la medida en que éstos vivan física, moral y espiritualmente, en esta misma vida vivirán los hijos. La educación es una transfusión de vida.”
La educación en la infancia
Los sistemas de educación muestran el concepto que ha tenido cada pueblo con respecto a la infancia. Produce honda sorpresa comprobar que en nada o en muy poco se tuvo en cuenta su suerte en Oriente, en Grecia, en Roma, como así mismo durante la Edad Media y en el comienzo de la Edad Moderna. Por esto hay que felicitarse de que en nuestros tiempos se haya llegado al concepto de que los seres humanos, en su niñez, necesitan, biológica y psicológicamente, un trato adecuado para después poder ser plenamente hombres y mujeres.
Todos los padres tienen dos principales y difíciles problemas a resolver: criar y educar a sus hijos. Los hijos mal criados son fáciles de reconocer. Lamentablemente, los hay todavía insuficientemente alimentados, desnutridos, escuálidos; y los que, por una alimentación errónea, se ven rollizos, mantecosos, que caminan -y razonan- con dificultad por un exceso de grasas.
Los hijos mal educados son los que no han podido beneficiarse de que alguien les haya guiado bien o, peor aún, los que han sido objeto de educación deficiente o mala recibida en su casa, en la calle... o en la escuela. En su casa, porque hay padres que no saben, no pueden o no quieren educarlos bien, sino a su manera, que es regular o mala. ¿Qué educación pueden dar, por ejemplo, unos padres alcohólicos? En la calle, porque el ambiente social en que se desenvuelve la infancia también deja importante huella. No es igual la influencia que el niño acusará si vive en un pueblo que en una gran ciudad, en un ambiente donde haya bienestar y civismo o en el que se padezca miseria física y moral.
En la escuela, porque ésta, como es lógico, también influye, pero porque en ella se suele instruir más que educar. Niños y niñas tienen los derechos civiles que especifica la Convención aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 20 de noviembre de 1989 pero, sobre todo, tienen derecho a ser bien criados, para poder disfrutar de una excelente salud física, y a ser bien educados, indispensable para su salud moral.
La importancia del juego en la educación infantil
Otro derecho infantil importante y no especificado es el juego. Es normal que niños y niñas dispongan de una visión optimista del mundo gracias a la cual pueden, en sus juegos, transformar como por encantamiento las cosas que les rodean: una simple caja de cartón puede antojárseles un vehículo, y jugar con ella mejor que con un caro y sofisticado juguete. Esta facultad poética de creación es la condición esencial de su espíritu. Esta es la razón por la que se ha afirmado que los poetas, artistas y creadores de ciencia son tales porque han conservado sus almas de niños. Por esto es necesario que los padres tengan bien en cuenta que niños y niñas cuando juegan no pierden el tiempo, sino que, por el contrario, lo ganan. Y deben saber, también, que los juegos son tan necesarios como las tareas de otro orden que les impone la escuela. El juego les permite ir adaptando las características de su espíritu infantil para que la transformación en adolescentes y adultos pueda efectuarse de manera lógica y normal. Una infancia feliz repercute beneficiosamente en la vida futura del ser humano.
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