El sueño permanente del bebé no impide que se produzcan sus funciones naturales. Desde su primer día se moja repetidamente. Considerando la cantidad de líquido que consume y la diminuta capacidad de su vejiga, no puede sorprender que lo haga con frecuencia. De ahí la importancia de colocarle pañales suficientemente absorbentes y de cambiarlos siempre que sea necesario para que su piel permanezca seca en todo tiempo.
Evacuaciones del bebé
También sus intestinos funcionan desde sus primeros días. Durante cuatro o cinco días, sus heces presentan un color verde oscuro. Se debe a que están constituidas por la evacuación del meconio, una especie de humor viscoso que se halla en su tubo digestivo desde antes del nacimiento.
Al cabo de estos días, las heces toman un bonito color de oro, que conservarán mientras siga siendo alimentado únicamente de leche. Sus evacuaciones diarias son dos o tres como promedio, pero los bebés alimentados con biberón tienen evacuaciones menos frecuentes. Los alimentados al pecho pueden hacerlo cada vez que maman.
El aseo del bebé
La parte más expuesta del recién nacido es todavía su piel, muy frágil desde que ha sido privada de la capa grasa que la protegía. Y en los primeros días las infecciones son graves. Por esto hay que lavarle el cuerpo entero, mañana y noche, con agua tibia y jabón neutro, haciéndolo lo más suavemente posible pero insistiendo en los repliegues de la carne: axilas, ingles, ano y órganos genitales.
Antes de que caiga el cordón umbilical hay que emplear agua hervida. No hay que preocuparse si el trozo de cordón umbilical que quedó adherido al niño oscurece; entre los cuatro y seis días se seca y se desprende. Sólo la comadrona o enfermera están autorizadas para cambiar el apósito que se coloca en el ombligo. Una gasa empapada en alcohol de 90º y luego gasa estéril y venda esterilizada será un buen apósito hasta que se cierre completamente la cicatriz.
La cara también debe lavarse con agua hervida y un algodón hidrófilo. Si los ojos están algo enrojecidos, lavarlos cuidadosamente con agua de manzanilla o de té ligero. Lo mismo hay que hacer con el cráneo, esté cubierto de vello o de verdaderos cabellos.
Las fontanelas
Muchas madres temen que si se tocan las fontanelas o parte blandas de la cabeza del recién nacido se corre el riesgo de dañar el cerebro. No hay tal peligro pues una sólida membrana lo protege. Esta parte de la cabeza, pues, puede ser tocada, acariciada y, como el resto del cuerpo, hay que lavarla diariamente para evitar que se acumule en ella la seborrea.
Finalmente, secar al bebé, sin frotar, con un lienzo fino que habrá sido lavado con jabón neutro, sin lejía. Espolvoréese seguidamente con polvos de talco.
Después de cada baño conviene envolverlo con una toalla y meterlo en la cama. Media hora después será el momento oportuno para vestirlo, lo que se deberá hacer con rapidez.
Cada vez que se le cambie por estar mojado o haberse ensuciado, téngase la precaución de lavarle los órganos genitales, el ano y las nalgas con agua hervida y jabón neutro, séquese con un lienzo fino y espolvoréese con talco. Se evitan así las irritaciones y rojeces de los bebés mal cuidados. Nunca se le debe dejar con los pañales mojados.
Temas relacionados:
Infancia y Salud: Guía práctica
Añadir nuevo comentario