Según señala el periódico National Post, de Canadá: “La densa niebla tóxica que asfixia muchas ciudades canadienses en verano puede desencadenar ataques cardíacos en un lapso de dos horas”.
La neblina tóxica contiene corpúsculos: contaminantes diminutos e invisibles que emiten principalmente los automóviles, las centrales eléctricas y las chimeneas.
“En las dos horas posteriores a la exposición al aire fuertemente viciado con corpúsculos —explica el diario—, el riesgo de sufrir un infarto de miocardio aumentó un 48% en los pacientes ya propensos a tenerlo, como los diabéticos, los que padecen enfermedades coronarias y la gente mayor. Al cabo de veinticuatro horas, la cifra se había elevado a un 62%.”
El doctor Murray Mittleman, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, recomienda “pasar más tiempo en interiores [cuando se emitan alertas de niebla tóxica], de preferencia con el acondicionador de aire encendido. Las partículas son tan pequeñas que invaden el aire de las viviendas, pero el filtro del acondicionador las mantiene fuera”.
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