Historia de la fructosa.
Metabolismo de la fructosa
Durante siglos fue la miel primero y luego el jugo de la caña azucarera los que dominaron el mercado de los endulzantes naturales, pero ya en el siglo XVII empezó a nacer un interés por la química de los azúcares, y hacia 1972 el científico ruso-germano Lowitz, aislando la glucosa de una solución azucarada procedente de un jugo de caña, se encontró con otro azúcar más difícil de cristalizar que era seguramente la fructosa. Pero no fue hasta 1847 cuando Dubrunfaut consiguió aislarla por purificación, y en el mismo año Bouchard consiguió obtener un azúcar altamente levógiro, la fructosa.
No obstante, la producción industrial de fructosa o levulosa sintética no fue puesta en marcha hasta Herzfeld (1854-1928). Sin embargo, la producción a escala industrial de la fructosa no comienza hasta finalizada la Segunda Guerra Mundial, por parte de la compañía alemana Boehringer de Manheim, que en 1971 introduce un nuevo y más racional proceso de fabricación, a partir de la sacarosa, escindiéndola en sus componentes fructosa y dextrosa pro métodos químico-físicos.
La fructosa o levulosa es uno de los componentes más interesantes del campo de los azúcares. En efecto, es el más fácilmente soluble de todos ellos y el de mayor poder edulcorante (1,2- 1,9 veces el dulzor de la sacarosa), lo que permite ser utilizado en dietética para reducir la ingestión de hidratos de carbono en los casos de obesidad.
La reactividad fisiológica de la fructosa hace que resulte un azúcar muy activo biológicamente. En efecto, es metabolizada rápidamente en el hígado por un sistema enzimático endógeno mediante la fructokinasa, sin necesidad de insulina. Esto permite que su valor nutritivo sea empleado por el organismo aun en casos en que el metabolismo de los glúcidos en la sangre sea anormal, de ahí que resulte un componente importante de las dietas para diabéticos, así como para pacientes con dolencias hepáticas, biliares e incluso del corazón.
Sus aplicaciones dietéticas han surgido como consecuencia de su aplicación a tratamientos clínicos, en cuyo campo todavía tiene un lugar muy definido, en particular por su facilidad de administración por vía parental.
Su empleo en dietas pobres en calorías permite gozar de alimentos dulces con las mismas propiedades de paladar que los tradicionales, y al no precisar insulina para su metabolismo se suprime de forma natural la sensación de hambre.
Bibliografía:
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