¿Hay algo más sorprendente que el desarrollo de un ser humano? Para empezar, ya antes de nacer, en sólo nueve meses, pasa de ser un organismo de una sola célula a tener unos 100 billones de ellas. Luego, siendo todavía muy débil y delicado, prosigue su desarrollo, no sólo corporal (talla y peso), sino también psicológico íntimamente relacionado con aquél, teniendo ambos que jugar su papel en la evolución del niño o de la niña.
La escala del desarrollo infantil debe ser muy bien tenida en cuenta para poder comprobar que todo va bien o, en caso contrario, dando la señal de que hay algo incorrecto, poder averiguar la causa y efectuar su corrección.
Muchos padres, a veces presos de temor, suelen preguntarse: ¿Nuestro hijo es una criatura sana? ¿Será normal su inteligencia? ¿Se desarrolla como es debido? ¡Cuántas preguntas angustiosas pueden agolparse al espíritu inquieto de los padres ante la visión de su bebé! En vano se esfuerzan por penetrar en el misterio de su mirada, de su sonrisa y de su llanto.
Por esto esperamos que los datos que damos a continuación serán útiles a quienes se preocupan por la evolución de sus hijos, les ayudará a contestar las preguntas que surgen a menudo de su amor entrañable y les orientará acerca de los cuidados que conviene dedicarles en determinadas ocasiones. Así, por ejemplo, hay la cuestión de su desarrollo motor y de los cuidados que el niño requiere por el mismo.
Al nacer el bebé
Al nacer, el niño no puede levantar la cabeza ni mantenerse sentado; a los tres meses mantiene firme la cabeza: a los seis meses, se mantiene sentado. Los seis primeros meses el niño debe permanecer siempre echado; entre los 6 y los 12 meses estará echado o sentado; de los 10 a los 12 meses empezará a aguantarse en pie; de los 12 a los 15 meses efectuará sus primeros pasos.
Ciertamente no hay que forzar el desarrollo infantil. Sería perjudicial anticipar estas fechas. Sin embargo, tampoco hay que ser indiferente ante eventuales retrasos. Si se producen, debe consultarse al pediatra en seguida, porque la debilidad del niño puede ser síntoma de una enfermedad importante que conviene tratar cuanto antes. Pero tampoco hay que alarmarse; puede darse el caso de que el niño sea demasiado dependiente de su madre y que no ande por no atreverse a lanzarse a hacerlo o por temer encontrarse solo.
Progresivo desarrollo de los niños
Primer mes.
El recién nacido reacciona automáticamente a ciertas excitaciones: retira el pie bajo la influencia de una cosquilla; sus dedos se separan (reflejo de Babinski); cierra la mano y aprieta el dedo que se le coloca en ella; su pupila se contrae bajo la influencia de la luz, por la que siente gran afición, excepto por la del sol, que le causa una aversión violenta.
Sus ojos no pueden converger todavía voluntariamente sobre un objeto, pero los fija sobre un rostro que entra en su campo de visión, si bien no sigue los movimientos; desvía incoordinadamente el globo ocular.
Chupa todo lo que se introduce en su boca; sus sentidos del gusto y del olfato funcionan ya suficientemente para que el niño reaccione de una manera muy diferente a las sustancias dulces o amargas y a los olores agradables o fétidos. Es sensible a los cambios de temperatura del medio ambiente. Al mes, reacciona al confort y a la incomodidad; se estremece, tiembla, se estira, estornuda: le gusta el baño, estar limpio, alimentarse. Expresa sus deseos a gritos. Cuando está en decúbito ventral gira la cabeza hacia los lados.
2.° mes.
Sonríe neta y frecuentemente a la vista de un rostro, de una presencia. Si llora es señal de que por alguna causa reclama atención. Puede ser que tenga necesidad de que se le cambie de postura dándole vuelta hacia el lado contrario, que haya que mudarle el pañal o que tenga necesidad de sentirse acompañado.
Frecuentemente, la atención que se le dispensa al satisfacer su deseo le produce la sensación de compañía que necesita, y queda de nuevo tranquilo y pacífico. Otras veces puede continuar llorando. Se acepta que un llanto que dura breves momentos no hace daño al bebé por pequeño que sea, siendo esto, al contrario, un buen ejercicio respiratorio si no se prolonga por demasiado tiempo. Si la hora de alimentarlo está próxima, la madre puede levantarlo de la cuna, tomarlo en brazos y cantarle un poco hasta que llegue ese momento. Al levantarlo de la cuna conviene poner una mano detrás de la espalda y la otra debajo de la cabeza. La espalda y el cuello del bebé no son suficientemente fuertes y necesitan que se les sostenga siempre que se tenga al niño en brazos. Si la madre lo toma en brazos y lo recuesta contra su hombro, debe sujetar bien con la otra mano el cuerpo del bebé hacia delante, para que no haya peli-gro de que la cabeza del pequeño se bambolee hacia atrás. Si después de haber atendido y satisfecho sus probables deseos el bebé continúa llorando por más de 15 minutos, indicará que necesita cuidados especiales. Si ocurre que se despierta y llora con frecuencia entre las horas de alimentación, puede ser que no tome bastante alimento. Y si llora con frecuencia, aparentemente sin razón alguna, puede ser que se halle enfermo; hay que tomarle la temperatura y, en todo caso, consultar al médico.
3.º mes.
Su estructura ósea y sus músculos se van fortaleciendo. El bebé empieza a apoyarse en sus brazos y levantar la cabeza, pero todavía no la mantiene derecha. Se interesa por sus manos; trata de coger los objetos que ve a su alcance. Sus ojos pueden seguir un objeto que se desplaza en su campo de visión y distingue ya el rojo del naranja.
Muchos bebés permanecen despiertos por algún tiempo durante la tarde. Es conveniente dejarlo solo durante este rato para que se acostumbre a estar sin compañía.
4•° mes.
Juega con sus dedos; pronto los tiende hacia los objetos, que coge y lleva a su boca. Duerme o juega solo en su camita. Sonríe cuando uno se le aproxima.
5.° mes.
Araña la superficie donde se halla tendido boca abajo; sabe tumbarse de lado; intenta sentarse en su cuna; sentado, mantiene estable, derecha, la cabeza.
Puede buscar los juguetes o algún otro objeto con la mirada, pero si agarra alguno lo suelta enseguida. Suele estar bien despierto entre las comidas de las 2 y las 6 de la tarde, pero es posible que llore si se le deja solo. Si se desvela en la noche, conviene despertarlo más temprano en la siesta de la tarde.
6.° mes.
Mueve incesantemente brazos y piernas; estando acostado, endereza fácilmente la cabeza y el busto y trata de sentarse; se le puede tener sentado sin apoyo o mantenerlo sobre las rodillas durante un corto lapso; mantiene derechos tronco y cabeza. Empieza a despertarse su curiosidad y presta atención a los sonidos y la dirección de donde proceden. Reconoce la voz humana, es sensible al ritmo de las canciones de cuna y muestra placer al oír ciertas melodías. Si se le muestra un sonajero, dirige hacia el mismo sus dos manos. Encuentra placer en mirar objetos brillantes y es capaz de fijar su mirada y seguir los objetos en movimiento. Su vista se acomoda perfectamente a la visión de los objetos alejados. Empieza a pronunciar sílabas como baba o tata, sin darles ningún significado.
De 6 a 7 meses.
Tendido boca arriba, levanta en extensión las piernas; aprende a sentarse por sí solo; logra coger su pie o cualquier objeto que se le presente.
Tiende los brazos; le gusta hacer ruido golpeando objetos o rasgando papeles.
Gruñe y murmura; produce un gorgeo social espontáneo a la vista de juguetes; compren-de cuando se le regaña o mima; distingue a las personas extrañas.
De 7 a 8 meses.
Tendido boca abajo, levanta la cabeza; desde que es capaz de sentarse, le gusta esta posición; estando en el suelo, trata de arrastrarse.
Imita los sonidos del lenguaje materno, con lo que va formando su aparato bocal, ejercicio que irá practicando durante muchos meses hasta adquirir el lenguaje en pleno vigor.
A esta edad, muchos niños acortan el tiempo de sus siestas de la mañana y de la tarde, o hacen una siesta larga y otra corta. Ambos periodos de sueño deben ser mantenidos.
De 9 a 10 meses.
Además de sentarse por sí solo, se inclina hacia delante, se estira y trata de levantarse. El «parque» le es de gran ayuda: puede agarrarse sólidamente y permanecer en pie sin riesgo; es su terreno ideal de juego. Hay que escogerlo de forma que no tenga nada en que el niño pueda dañarse.
Es una edad peligrosa porque les gusta tocarlo todo y desplazarse sin darse cuenta de los riesgos. Hay que poner fuera de su alcance productos de limpieza, medicamentos, bibelots y objetos frágiles o de tamaño que puedan tragarse.
Si se le están arreglando los pañales y llaman a la puerta o es forzoso dejarlo para ir a buscar algún objeto, no hay que dejarlo solo encima de la cama o de la mesa, ya que podría sufrir una temible caída. Es preferible dejarlo unos momentos en el suelo.
De 10 a 12 meses.
Comienza a arrastrarse a cuatro patas; para mantenerse en pie todavía necesita apoyo; se levanta cogiéndose a su parque.
Sabe utilizar el pulgar y el índice para agarrar los objetos; manipula todo lo que halla a su alcance, lo sacude, lo utiliza para golpear el suelo y casi siempre lo lleva a su boca. Le gusta el baño y se divierte en el agua. Le encanta pasear y la agitación a su alrededor; le gustan los juegos familiares y ríe mucho cuando se le hace saltar sobre las rodillas o en los brazos. Los extraños le intimidan.
Pueden adoptar el régimen de tres comidas al día, pero algunos no lo aceptan; depende de los hábitos formados en él, del tiempo que reclaman sus siestas y de lo mejor que se adapta a las ocupaciones de sus padres.
Al año de vida.
Puede dormir toda la noche y durante el día; hay que vigilarlo porque puede levantarse y caerse de su cuna; en el suelo se mueve arrastrándose sobre manos y rodillas. Sigue siendo tiempo de peligros: lo toca todo, mete los dedos en los enchufes, es la edad de las quemaduras. Los ruidos no le sobresaltan; no tiene miedo a las caídas pero sí a la oscuridad y a la soledad. A menos de que se haga daño o se encuentre enfermo, su llanto significa su voluntad, por ejemplo, de no querer estar encerrado en su parque o de no querer estar solo. Llora más a menudo que cuando tenía medio año. En promedio, hora y media, si es niña; algo menos, si es niño. Comprende gran número de palabras, sobre todo cuando es su madre quien le habla, pero tiene espíritu de contradicción; cuanto más se le dice que no toque algo, más interés tiene en hacerlo. Ha aprendido a decir adiós con la mano. Mira con atención los objetos nuevos, que le gusta coger y dejarlos caer; con la cuchara golpea el plato; si se le da un lápiz y papel, intenta hacer garabatos.
De 12 a 15 meses.
Puede subir una escalera a cuatro patas. Esto depende de su peso y de la solidez de su esqueleto. Jamás hay que obligar-le a andar, ni tan sólo animarle a hacerlo, antes de que manifieste deseo de hacerlo. Primeras frases; cuando pronuncia papá o mamá, sabe lo que dice.
De 15 a 18 meses.
A esta edad se cierra su fontanela. Las fontanelas son las partes, no osificadas al nacer, de la bóveda craneana, situadas en la parte superior y delantera del cráneo entre el hueso frontal y los dos parietales. Si tardan más tiempo en cerrarse, es signo de debilidad o de raquitismo.
Año y medio.
Anda solo y no suele caerse. Se establece la coordinación de los movimientos voluntarios; cuando se le viste, suele tender el brazo hacia la manga o la pierna hacia el camal; sabe desvestirse. Le gusta cambiar de lugar los juguetes voluminosos y empujar, llevar, trasladar pequeños objetos del hogar; sabe dónde está el lugar de cada cosa; empieza a jugar solo pero se cansa pronto. Procura imitar los gestos de las personas que le rodean; sabe abrazar y besar: empieza a hablar asociando algunas palabras para formar frases todavía rudimentarias; reconoce en los libros la imagen de objetos familiares. Es consciente de la aprobación o desaprobación de los adultos, pero rechaza a menudo obedecer sus órdenes. Por la noche todavía moja su cama: durante el día empieza a avisar que tiene necesidades.
2 años.
Corre sin caerse. Debe ser capaz de ponerse unos guantes. Conoce su nombre; comprende y ejecuta órdenes sencillas emitidas verbalmente tales como: levántate, cierra la puerta, dame la mano, señala tu nariz, tu boca, etcétera.
Se resiste a todo lo que le es desagradable; es sensible a las caricias. Efectúa sus primeras frases bien construidas, pero según las estadísticas, a esta edad el niño no pronuncia correctamente más del 32 % de los sones de su lengua materna. El retraso en el hablar no debe preocupar más que si toma una importancia verdaderamente anormal.
Forzarlo a corregir su habla es ontraproducente: el niño puede obstinarse y negarse a hablar. A esta edad, dos de cada tres niños no se orinan en la cama.
2 años y medio.
Utiliza el lenguaje hablado para expresar sus deseos o contar lo que ha visto, pero estropea las frases; generalmente no emplea artículos, pronombres, preposiciones ni conjunciones; no conjuga verbos. La mímica apoya fuertemente su lenguaje hablado.
3 años.
Los dos aprendizajes más importantes, andar y hablar, son ya sólidamente adquiridos. Puede lanzar una piedra o una pelota, sin perder el equilibrio. A esta edad debe saber abrocharse los botones de su vestido. Manifestaciones numerosas de la tendencia a preguntar. Distingue entre niños y niñas. Puede reconocer reproducciones gráficas sencillas de objetos comunes. Primeros dibujos.
4 años.
Sube y baja escaleras; puede ir en triciclo. Se completa en la escuela la sociabilidad adquirida en la guardería. Empleo casi correcto del lenguaje hablado; sabe construir frases, contar acontecimientos y expresar deseos. Pronuncia correctamente el 77 % de los sones de su lengua materna. Se desarrolla su sentido de la propiedad.
5 años.
Muestra un buen control de su actividad corporal; le gusta brincar, trepar, escalar, saltar a la pata-coja, incluso las escaleras; reemplaza el triciclo por la bicicleta. Debe saber enlazar los cordones de sus zapatos.
A esta edad ya no es un bebé. Ha realizado lo esencial de su entrada en la vida: anda, habla, controla sus esfínteres, se integra en su medio familiar. Es un «pequeño adulto» que pasa por una fase de equilibrio. Momentáneamente, su desarrollo es armónico.
Parece bien equilibrado; es afectuoso, servicial, llora menos que a los 4 años, a pesar de que rompe fácilmente sus juguetes en repentinos accesos de cólera: requiere mucha compañía y sostén de los adultos. Su madre es el centro de su mundo; siente admiración y algo de temor por su padre.
Hace preguntas sobre su nacimiento. Si no lo tiene, le gustaría tener un hermano o una hermana. Puede manifestar el deseo de aprender a leer y puede encontrarse en él ya el sentido del humor que se le volverá a encontrar a partir de sus 8 años.
6 años.
Pasa a menudo de un lugar a otro; se mueve todo el tiempo; le gusta saltar, luchar, moverse; y casi siempre se muestra desmañado.
A partir de esta edad corresponden a su exuberancia los juegos al aire libre, natación, esquí, patinaje, danza rítmica. Puede recorrer velozmente 250 metros, saltar desde una altura de 0,7 metros, por encima de un obstáculo de poca altura o una longitud de 0,25 metros, suspenderse de una cuerda con pies y manos durante 7 segundos y participar en juegos activos con gente de su edad. No se debe hacer participar demasiado pronto a los niños en competiciones deportivas pero tampoco hay que permitir, sin razones suficientes, que no participe, a su edad, en la educación física necesaria para su equilibrio físico y moral; si su actividad en este aspecto es deficiente, hay que hacerle seguir un curso colectivo de reeducación física. Esta edad marca un periodo de nuevos impulsos y nuevas vacilaciones. Su adaptación a la escuela tendrá una fuerte influencia sobre su madurez afectiva. Primeros aprendizajes: lectura, cálculo.
Es normal que aprenda a leer; puede haberlo hecho antes si lo ha deseado; pero no hay que obligarle. Se halla indeciso entre el amor por su madre y el deseo de ser independiente; disiente y reacciona por crisis. Es muy emotivo y expresa sus emociones, y a menudo su agresividad, bajo una forma verbal exagerada. No es raro que se le oiga pronunciar graves amenazas, sin que haya que dar importancia a sus exageraciones. Aparece menos bien adaptado que antes; su equilibrio se rompe bajo nuevas exigencias entre sí mismo y su entorno; debe resolver nuevos problemas de crecimiento, de comprensión. Preguntas sobre Dios y la creación del mundo.
7 años.
Le sigue gustando saltar y moverse, pero tiene periodos de estabilización. Es una edad ingrata, ya no se le mima. Insensiblemente, el bebé rollizo, de cabellos sedosos, de pequeños dientes, ha sido sustituido por un personaje desgarbado, más flaco, más brusco, más desmañado, con lo que ha perdido su simplicidad y su seguridad. Adquiere seriedad y es más fácil de dirigir porque es sensible al elogio y a la reprobación. Toma conciencia de sí mismo y comienza a tener el sentimiento de familia. Se entiende bien con su madre y es un verdadero miembro del grupo familiar. Se vuelve menos grosero y menos agresivo; más sensible a las órdenes paternas, aunque no siempre sea pacífico con sus hermanos y hermanas. Aprende a controlarse mejor y es capaz de adaptarse a lo que le llega. El contacto con sus camaradas y sus maestros es mejor; buscará contactos individuales con éstos últimos. Absorbe y asimila las nuevas experiencias; su mentalidad prospera día a día. Es menos equilibrado pero también menos maleable porque su personalidad se afirma. Le gusta leer estando solo y puede aficionarse a coleccionar sellos, cromos, etcétera.
8 años.
No ha perdido del todo su agresividad, pero es más suave que agresivo; su estabilidad se acentúa; se vuelve más calmado y más independiente; expresa sus ideas calurosamente pero sin animosidad. Es más sólido. Sus movimientos corporales son más rítmicos. Se acentúa la admiración por su madre, a la que gusta agradar, y mejoran las relaciones con el padre, aunque se muestra algo celoso de él. Muestra más iniciativa y espontaneidad, sobre todo fuera de su familia, que se sorprende de que los extraños lo elogien por su amabilidad y su desenvolvimiento, lamentándose que no se comporte así en casa, donde discute las órdenes recibidas e inventa excusas por sus tonterías. Desea adquirir nuevas experiencias y es capaz de integrarse en su entorno social, sintiéndose menos ahogado en el grupo escolar.
Hacia los 9 años.
Cada vez más centrado en sí mismo y más independiente, tiene necesidad de ser tratado con el respeto debido a su nueva personalidad.
Se desata de las faldas maternas y se muestra indiferente frente a sus hermanos mayores. Los contactos con su padre son buenos y se muestra orgulloso de él frente a sus camaradas, cuya opinión cuenta mucho para él. Cada vez más dueño de sus reacciones, es capaz de comprensión mutua. Da prueba de cierta objetividad en sus apreciaciones acerca de sus maestros, respetando a los que pueden responder a sus preguntas. Se entrega mucho al trabajo y al juego; le gustan los juegos de equipo. Es consciente de su propia fuerza, perfecciona su habilidad y con-trola su actividad. Puede andar 4 km en una hora, correr 300 metros en 1 minuto y 25 segundos, y 50 metros en 10 segundos; saltar 2,4 metros de longitud o medio metro en altura; suspenderse de las anillas o de la barra levantando ambas rodillas; lanzar 20 pelotas (10 con cada mano) y colocar por lo menos 9 en una cesta situada a 6 metros. A esta edad debe haber aprendido a nadar.
Hacia los 10 años.
Adquiere más confianza en sí mismo y sigue muy independiente, pero tiene una mayor conciencia de grupo y busca la compañía de gente de su edad. Ama su hogar, pero se desata más de su medio familiar, no por indiferencia o sequedad de corazón, sino como resultado de su crecimiento psíquico normal. Es un periodo en que lo critica todo y expresa indiferencia por las órdenes y los puntos de vista de los adultos. Tiene aversión al agua y al jabón; no le gusta cambiar de ropa para no llamar la atención; es raro que sea cuidadoso y ordenado. Es también periodo de actitud activa de combate y de destreza en todo lo que representa motricidad. Puede entregarse al deporte, sin fatigarse. Cabe recordar aquí que la aparición de los testículos debe hacerse ya al nacer. Si no aparecen en los primeros años importa poco pues su aparición se producirá probablemente de manera espontánea en el curso de la infancia.
Pero si a los 10 años los testículos no están donde deben, es absolutamente necesario señalarlo al médico, para que intervenga antes de la pubertad.
Hacia los 11 años.
Las niñas experimentan cambios en su organismo, como el ensanchamiento de las caderas por el depósito graso, la elevación de los pechos y la aparición de pelo en el pubis. Puede existir una notable variación cronológica, pero si estos fenómenos se producen antes de los 8 años, es una precocidad que hay que poner en conocimiento del pediatra.
Desde el punto de vista deportivo, si bien poniendo cuidado a las deformaciones de la columna vertebral, siempre posibles, a partir de esta edad se puede practicar atletismo, tenis, fútbol y equitación. Como posibilidades físicas normales, andar 4,5 km en una hora; correr 300 metros en 1 minuto y 15 segundos, o 50 metros en 9,5 segundos; saltar 80 cm de altura y 2,8 metros de longitud; colocar las 9 pelotas sobre 20 en una cesta colocada a 10 metros; subir 3 metros cogiéndose de brazos y piernas por una cuerda; llevar a un camarada sobre la espalda en una distancia de 30 metros y participar en danzas rítmicas y juegos de equipo.
Hacia los 13 años.
En las niñas aparece la primera regla. Si se produce antes, se considera precoz; en los niños aumenta el tamaño del pene y aparece pelo en su base, y después en las axilas. Si esto se produce hacia los 9 años, no es normal y requiere decirlo al pediatra. Chicos y chicas pueden participar en deportes de equipo y practicar con éxito ejercicios de equilibrio; mejoran poco a poco sus posibilidades deportivas, pero deben hacerlo perfeccionando su técnica y sin imponerse esfuerzos excesivos. Es normal poder andar 5 km en una hora; correr 300 metros en 1 minuto y 8 segundos, o 50 metros en 8 segundos y 4/5; saltar 0,94 m de altura; lanzar 3 kg a 5,5 metros; subir por la cuerda a 4 metros, nadar un metro bajo el agua.
De 15 a 18 años.
En los niños la pubertad se da alrededor de los 16 años; también es el momento en que la voz cambia de timbre. En este periodo, que suele durar hasta los 17 años, la voz es incierta, variando entre agudos y bajos. A estas edades, todos los deportes, todos los esfuerzos pueden llevarse a cabo sin perjuicio para sus organismos. La competición, incluso seria, no presenta riesgo cuando la pubertad ha terminado. Son normales las siguientes posibilidades: correr 60 metros en 9 segundos y 3/5; saltar 1,05 metros de altura; lanzar 4 kg a 5,5 metros; subir por la cuerda 2,25 metros, ayudándose sólo de los brazos.
Las diversas referencias correspondientes a cada edad se han dado como orientación. Si algunos padres al compararlas con el desarrollo de sus hijos encuentran algunas variaciones, no deben alarmarse; todo lo contrario; lo primero que deberán hacer es inquirir las causas inmediatas de la eventual perturbación del desarrollo normal del hijo y comentarlas con el pediatra, asegurándose así de velar por su salud.
BIBLIOGRAFÍA: "Principios de la educación de los hijos". Castells.
"El despertar espiritual del niño". Jenkins.
"Niños felices. Padres felices". Walken Integral.
"Niños más inteligentes". Wobking. Integral.
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